Volver a casa. A la almohada de plumas añorada -insomne confidente- y a los libros impasibles que, cubiertos de polvo, miran con altivez desde la estantería. Volver a cruzar la puerta que protege una tranquilidad a medias y abrir las ventanas a la tarde y al mundo, de regreso al olor imperceptible de uno mismo, con la maleta llena de algo más que ropa sucia... Volver a casa... Y volver a escribir.
martes, 26 de agosto de 2008
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