domingo, 1 de marzo de 2009

TARDE DE DOMINGO

...Y, entonces, paras el coche en mi puerta, nos miramos y nos despedimos con un beso, previa promesa de hacerme una perdida nada más llegar. Entro en casa y dejo la maleta encima de la cama (un fin de semana fantástico, me digo) y, cuando me quito la ropa para ponerme el pijama, noto tu olor como si estuvieras aún. Sonrío, pensativa.
Tumbada en la cama, reflexiono sobre el perpetuo asombro de descubrirme a mí misma en ti en tantas ocasiones y la sensación de que entre tú y yo está todo hablado sin articular palabra alguna. No puede ser casual. Si es siempre, no. Y me enorgullezco de que seas tú, y mil veces más del hecho de saber que lo eres. Y me emociono. Por las cosas que queremos que vengan. Por las cosas que están por venir. Y me asalta el deseo de comerte de ayer por la noche en aquel pub en el que nos sobraba todo: las copas, la gente y la ropa. Y vuelvo a sonreír.
Cierro los ojos para buscar a oscuras los restos de tu olor en mí. Siento la necesidad, y digo necesidad en sentido estricto, de estar contigo siempre. Malditas inmobiliarias, pienso al momento. Y, mientras reniego un poco, siento un agradecimiento infinito a la vida por el regalo que nos hace cada día al estar juntos. Me vuelvo a emocionar. Siento en lo más profundo de mi ser que quiero hacerlo todo contigo... Pienso en lo genial que eres... Y vuelvo a sonreír...

lunes, 22 de diciembre de 2008

TÚ. TU FINAL. MIS ORÍGENES.

No creas que has muerto, no. Yo nunca te dejaría morir del todo.

Te recuerdo cada día. Tú y tus hilos. Tus puntillas en sábanas y toallas. Tus colchas en el baúl.


Te recuerdo cada día. Tu mesa puesta para nosotras bajo el calor estival de la sierra. Tu tortilla de patatas.


Te recuerdo cada día. Tu mano izquierda cogida a la baranda, cuesta abajo, y en tu mano derecha una silla para hablar con tus vecinas (compañeras de vida) acariciadas por el frescor de la noche.


Te recuerdo cada día. Tus recuerdos, tus historias, regalados a la hora de la siesta. Y tus ojos humedecidos cada vez que hablabas de él, a pesar del tiempo que llevaba muerto.


Te recuerdo cada día. Tu alegría al compartir tu casa. Tu casa llena de vida otra vez, como en los años de los que te gustaba acordarte.


Te recuerdo cada día. Tus pucheros y tus lágrimas rodando al acercarse la despedida, tal vez por presentir que era la última. Recuerdo prometer volver pronto, tragar saliva y no acercarme a ti, para evitar llorar igual que tú, para no abrazarte y sentirme pequeña en tu regazo.


Te recuerdo cada día. Recuerdo tu cuerpo sin ti, respirando sin ser tú. Tu cuerpo pequeño y tenso. Y acariciarte y notar que eran tus manos las que me daban calor y no al revés, como si primero se hubiera muerto un trozo de mí.


Te recuerdo cada día. Recuerdo tu último suspiro como tú recordabas mis primeros pasos en aquel parque. Me enorgullezco de haber formado parte de tu final casi tanto como de que tú formes parte de mis orígenes y de mí misma. No creas que has muerto del todo; seguirás tocando el mundo a través de mis manos, tan idénticas a las tuyas. Tus manos blancas y finas...


Ya con él, sé feliz y no olvides nunca que todos lo hicimos lo mejor que supimos o pudimos. Hasta siempre, yaya.


martes, 26 de agosto de 2008

DE VUELTA

Volver a casa. A la almohada de plumas añorada -insomne confidente- y a los libros impasibles que, cubiertos de polvo, miran con altivez desde la estantería. Volver a cruzar la puerta que protege una tranquilidad a medias y abrir las ventanas a la tarde y al mundo, de regreso al olor imperceptible de uno mismo, con la maleta llena de algo más que ropa sucia... Volver a casa... Y volver a escribir.

viernes, 27 de junio de 2008

REEMPRENDER EL CAMINO (Sísifo desolado II)

El sol con su calor y su luz te recibe en este día con los brazos abiertos. Lentamente, abres los párpados y mientras tomas consciencia de ti mismo viene a tu cabeza el día de ayer -y el anterior, el anterior, el anterior...-, recordándote que tú eres quien eres tras la suma de todos ellos. Tus cicatrices constatan que no se trata de sueños caprichosos. Y entonces intentas imaginar cosas buenas para los días que faltan, que son muchos. Te levantas con esfuerzo, Sísifo inagotable, te estiras y buscas tu piedra; miras hacia arriba, la cargas a cuestas -ayer creías que pesaba más de lo que en realidad hoy te pesa- y echas a caminar...

jueves, 26 de junio de 2008

VOLVER A TROPEZAR (Sísifo desolado I)

Y sin querer vuelves a tropezar, y tu piedra rueda, rueda, rueda cuesta abajo escapando de la opresión de las manos y, si puede, también de la persecución de los ojos mientras que tú, Sísifo desolado, la observas ya cansado desde arriba y maldices tu torpeza y la ley de la gravedad. Hay días en los que te cuesta volver a empezar y te planteas desistir, pero recaes en tu naturaleza, esa que te empuja hacia el esfuerzo, hacia la lucha constante, y entonces la maldices también. Y maldices la piedra, y a ti mismo, y reniegas de todo. Porque estás harto. Porque notas que los pájaros ya no cantan como antes, el viento no te refresca y el cielo ya no es tan azul. Recuerdas al poeta que escribió "todo es nuevo si se mira con ojos nuevos" y lo maldices también. Y te planteas en vano -como si dependiese de ti- ir a por la piedra y lanzarla bien lejos, por algún acantilado, para perderla para siempre de vista; o simplemente dejarla donde está y no ir a buscarla nunca más. Tanta caída te cansa y odias las cicatrices. Y miras a tu alrededor y ves que estás solo en tu eterna ascensión. Y en tu enfado maldices a los dioses que te castigaron, y lloras en medio de la nada y gritas, a sabiendas de que nadie va a escucharte, solo por la necesidad instintiva de expresar el dolor. Y sigues llorando como hacía tiempo que no llorabas -dicen que llorar es bueno- y, abatido, te acurrucas bajo un árbol en posición fetal -tal vez en busca del consuelo y protección maternos- y te duermes entre sollozos, maldiciendo el día de hoy y también el de mañana, en el que cargarás tu piedra otra vez -lo sabes- y empezarás el camino con una convicción y una fuerza renovadas.

lunes, 2 de junio de 2008

HOY ES DISTINTO -CIAO-

Hoy es distinto, porque percibo tu marcha ya no como algo doloroso, sino como algo apetecible. Hoy quiero que desaparezcas. Ciao. Que te vayas de una forma clara y limpia, pero inexorable. Sin reproches, sin enfados, sin amargura. Que recojas todas tus excusas y te las lleves contigo, que yo ya no las necesito. No olvides tus halagos, tus "mañana" y, por supuesto, tus rabietas. Llévate también tu voz, que ya no dice nada (me pregunto en qué punto tus palabras perdieron su significado, y me cuestiono si acaso alguna vez lo tuvieron), y esa especie de cuento que intentas forjar a tu alrededor y del cual te sientes protagonista.
Lo cierto es que yo quise creer en ti. ¿Por qué ibas a mentirme? Y creí creer en ti. Pero ya no queda nada. No hay nadie al otro lado del teléfono. Y hoy es distinto porque no duele. Hay pequeños detalles en la vida que, a pesar de parecer insignificantes, nos deslumbran por su rotundidad, marcándonos el camino. Y yo, tras percibirlos como un jarro de agua fría, cambio de ruta, elijo otra cosa. ¿Qué exactamente? Bien bien no lo sé, algo que no sea esto. Es lo único que tengo claro. Lo pienso, lo siento, y por eso hoy es distinto. Ciao...

domingo, 1 de junio de 2008

EN LA ANTESALA DEL SUEÑO

Nuestra anatomía enredada y confusa, como las torcidas raíces de un árbol milenario, se clava en la tierra fértil del colchón de muelles donde yacemos, inmóviles. Lejos del día, en la antesala del sueño, cerrados los ojos, me estremezco al percibir la confusión noctámbula del no saber exactamente dónde empiezo yo y dónde terminas tú. Me sobresalto y decido cambiar de postura para devolverme la conciencia de mí misma. Tú te mueves, perezoso, y te adaptas de nuevo a las formas del contorno; un brazo por aquí, una pierna por allá. Y tus sueños se ofrecen en la noche como los frutos apetecibles de nuestro árbol, mientras yo pienso en la tristeza que hoy hemos desterrado, la de la cama fría y la de los excedentes de un amor desaprovechado, jugando a cuidarnos un poco. Y sonrío por dentro mientras te oigo respirar, porque no me dejas dormir y porque estamos aquí, después de todo, otra vez, quién lo hubiera dicho. Pasan los minutos y nos acomodamos a la nueva posición. Será mejor tratar de dormir... Y otra vez en la antesala del sueño, y nuestra anatomía enredada y confusa en el reposo majestuoso e imperturbable de unas raíces de árbol milenario.