domingo, 19 de agosto de 2007

CONTRADICCIONES (a Carol)

A veces las bocas deberían enmudecer. Tal vez los oídos deberían ensordecer. Cualquier cosa (¡qué más da!), algo que impida que las mentes sean capaces de interpretar esas palabras que nos lanzamos como cuchillos, sin prestar atención a si se clavan en un brazo, en un ojo o en un alma. La palabra, el proyectil más letal; ése que viaja a través del aire, que se abre paso entre los silencios, que te coge desprevenido y que se incrusta, sin más, en el cerebro. Puede que entonces estalle y las paredes queden salpicadas de proyectos truncados, de ilusiones despedazadas, de certezas rotas porque dejaron de serlo, y todo sea ya un mar de desconcierto. En ese punto, el aire se vuelve espeso y ya no queda lugar para ninguna palabra más; nada puede expresar más que el silencio.


Creo que tu boca hubiera tenido que enmudecer. Que mis oídos deberían haber ensordecido. Que cualquier cosa (¡qué más da!) hubiese impedido que mi mente interpretara las palabras que tú lanzaste como cuchillos, sin tener en cuenta que hacías diana en el centro de mi alma. Tu puntuación fue récord.. Y la palabra, que es el proyectil más letal, viajó a través del aire, se abrió paso entre los silencios, me cogió desprevenida y se incrustó, sin más, en mi cerebro. Por supuesto que estalló. Trozos de proyectos truncados, ilusiones despedazadas y certezas rotas (rotas porque dejaron de serlo) salpicaron las paredes. Todo se volvió un mar de desconcierto. Y fue en ese momento, sí, cuando el aire se volvió espeso y no hubo lugar ni para una palabra más. Nada podía expresar más que mi silencio, el tuyo, el suyo, el silencio de todos.


Y, después de esto, otras palabras para desmentir lo dicho; dices pretextos para no decir otras cosas. Yo no quiero oír tus mentiras, ni siquiera que me confieses tus verdades. Cuando la palabra se ultraja y pierde toda su autenticidad prefiero la nada (que tal vez sea el todo). Inesperadamente, prefiero el silencio...

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