domingo, 4 de mayo de 2008

UNA HISTORIA DE ONDAS

Sabía que lo único que la aferraba a él era su espera y, ahora que todo había acabado, penaba por la certeza de que todas las cosas que había imaginado para ellos -películas, helados, playas y adoquines- ya nunca se vivirían. Pesaba el recuerdo de aquellas calles que nunca los vieron pasar; el recuerdo de tantas horas que no fueron suyas. Entre ellos, sólo la voz. Fue la suya una historia de ondas sonoras que encontraban su razón de ser a las 22:30h aproximadamente, todos los días de la semana. Y, ahora, el silencio le sobrevenía como un monstruo seco. Para ella, sus palabras, la cadencia de su expresión desenfadada, no podían ser sustituídas por nada. En vano intentaba mitigar su desazón devorando versos encuadernados en tapa dura, buscando respuestas a preguntas nunca antes formuladas; en vano dejaba que él aflorase a la superficie de la memoria de sus mañanas de puente, tan cerca del mar, para hacerlo volar con la Tramuntana. Sólo en vano...

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