
Hubiese querido dinamitarlo todo... TODO...
Mis pensamientos, arremolinados en las sienes, se han convertido en una masa compacta en la que es imposible identificar lo distinto y lo igual; todo es una misma cosa desde que nos atrevimos a romper la dicotomía entre el bien y el mal. Vestigios de dudas se mezclan con restos de certezas rotas y, en el fondo, el poso de los deseos perpetuamente asesinados. Una pasta densa que no se diluye con nada y que obstruye mi cerebro adormilado, atontado por el calor. Lo único que todavía puedo vislumbrar con cierta claridad es las ganas de trascenderlo todo, de destrozarlo, dinamitarlo y que no quede nada de nada. Para poder construir primero hay que destruir.
Y yo hubiese querido dinamitarlo todo... TODO...
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