(Como en un intento de destruir ciertas partes de mí misma, he borrado unas cuantas entradas del blog (¡como si eso sirviera de algo!). Lamento haber eliminado con ellas los comentarios que me brindasteis en esos momentos, menos mal que vosotros seguís ahí...)
Hubiese querido dinamitarlo todo... TODO...
Mis pensamientos, arremolinados en las sienes, se han convertido en una masa compacta en la que es imposible identificar lo distinto y lo igual; todo es una misma cosa desde que nos atrevimos a romper la dicotomía entre el bien y el mal. Vestigios de dudas se mezclan con restos de certezas rotas y, en el fondo, el poso de los deseos perpetuamente asesinados. Una pasta densa que no se diluye con nada y que obstruye mi cerebro adormilado, atontado por el calor. Lo único que todavía puedo vislumbrar con cierta claridad es las ganas de trascenderlo todo, de destrozarlo, dinamitarlo y que no quede nada de nada. Para poder construir primero hay que destruir.
Y yo hubiese querido dinamitarlo todo... TODO...
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