A ti, ¡oh, Sísifo incansable! yo te animo en tu eterna ascensión. Los dioses pretendieron castigarte alejándote de la cima cada vez que estuvieras casi a punto de tocarla con la punta de tus dedos, cargado con tu piedra, por siempre. Nada más lejos que un castigo. Quizá ellos no saben que el verdadero castigo hubiera sido llevarte a la meta sin hacer el camino previo; tal vez no contemplen la genialidad de la perseverancia de unos pasos eternos, lo maravilloso de la constancia del que anda por andar, a sabiendas de que quizá no llegue a ninguna parte. No te detengas, ¡oh, Sísifo!, nunca. Disfruta de tu viaje (la multitud de colores, la dureza de la roca, las horas de soledad, la música del río, el frescor de la hierba, el calor del sol, el canto de los pájaros, las formas de las nubes, los susurros del viento...). Disfruta, Sísifo, de tu viaje que es tu vida. Y, cuando creas estar a punto de llegar a la cima, justo en el aparentemente fatal momento en el que ruede la piedra cuesta abajo, pensarás que ir a buscarla no será volver a empezar, simplemente será continuar, seguir adelante. Bajarás corriendo tras ella, la alcanzarás, te detendrás unos instantes, exhausto, mirarás hacia arriba otra vez y volverás a caminar. Será entonces cuando descubrirás que la importancia de tu viaje (la multitud de colores, la dureza de la roca, las horas de soledad, la música del río, el frescor de la hierba, el calor del sol, el canto de los pájaros, las formas de las nubes, los susurros del viento...) va más allá de una meta; que la razón última de tu viaje es tu viaje mismo.
(Por eso, ¡oh, Sísifo incansable!, yo te animo en tu eterna ascensión.)
2 comentarios:
Eres una Crack. "que la razón última de tu viaje es tu viaje mismo" es la conclusión de Camus. Y eso que no te lo has leido aun. Merci por la dedicatoria
¡Qué bueno, Laura! ¡La verdad es que es una maravilla!
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