Cerrar puertas. A conciencia. A cal y canto. Para separar el atrás del ahora, para organizar. Dar un portazo que se oiga hasta en el mañana, en el pasado mañana. Y avanzar por las galerías, dando por acabados los consumibles vitales que ya nunca volverán. Saber que nunca volverán y que duela saberlo; saber que nunca volverán y que reconforte saberlo. Y cerrar las puertas necesarias, sin dudar un momento. Con gesto firme, después de todo caminar hacia adelante mirando las nubes por la ventana, después de todo. A cal y canto, puertas cerradas. Para poder continuar.
domingo, 23 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Lo mejor es cuando cerrar la puerta no te duele ni lo tomas como una obligación. Lo mejor es cuando la ves entreabierta y no esperas que un soplo de aire la abra un poco más. Lo mejor es cuando te apetece cerrarla y, lenta, apoyas la mano en el pomo y la cierras con una sonrisa en la boca. Tú ya la has cerrado, y aunque la ventana que ahora tienes abierta no te ofrezca el paisaje que quieres, esa puerta seguirá cerrada.
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