Una lástima que hayas bajado del altar que yo misma construí para ti con mis manos, no hace tanto tiempo. En él, sólo quedan los restos de mis ofrendas: flores que te traje del campo ahora secas, vestigios de frutas que en su día resplandecían apetitosas y palabras abandonadas por sus significados que yacen atrapadas en papel mojado. Despojado de tu halo de semidiós, me miras desde el sofá, con un gesto cuyo significado no acierto a descifrar. Me pregunto qué sentido tiene estar aquí esta tarde; qué voy a hacer ahora que ya no te adoro. Sigues mirándome desde tu postura aparentemente relajada, el gesto indescifrado convertido en una mueca casi ridícula, y te sientes -te siento- más humano que nunca, infinita e ínfimamente humano, como debieron de sentirse Adán y Eva tras la expulsión del paraíso, al notar el frío en sus cuerpos, antes de buscar con qué cubrirse.
domingo, 2 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Es perfecto
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